Situada en un llano, en lo alto del cerro se levanta la ermita de San Roque, construida, a finales del siglo XVIII, dentro de la gran proliferación de ermitas en la zona, a causa de la peste. Se entra a la ermita por un vestíbulo que tiene encima el coro. Consta de una sola nave, con una pequeña sacristía en la parte trasera. Delante de la puerta principal hay un pequeño porche, donde se realizan las subastas, en los meses de Mayo y Agosto, fiestas titulares del santo.

Los gruesos muros, realizados en piedra de mampostería, soportan como un gran contrafuerte la techumbre de la ermita, realizada al estilo de cercha con una armadura triangular formada por grandes vigas de madera que a modo de tirantes, nudillos y pendolones, mantienen el peso del tejado, establecido a dos vertientes.

Antiguamente, un pequeño arco sobre el tejado servía para cobijar el campanillo, que después se colocó en el campanario de la Iglesia parroquial, cuando fue construida la torre actual.

Del interior destaca el retablo barroco, con su original policromía y una artística lámpara de cristal, con candiles a modo de vela. Un enrejado a media altura y la pequeña tribuna del evangelio separan la zona del altar con la de los fieles. Las paredes se cubren con una capa de enlucido blanco sobre el que se marcan las juntas de los hipotéticos sillares.

Inscrita en la pared, al lado de la puerta de la ermita, encontramos un hermoso poema, que reseñamos a continuación:

“¡Atención señores!:

 

En la Ermita de San Roque
hay una vidriera rota,
por donde pasan al cielo
todos los que cantan la jota”. 

 

Existía una antigua ermita dedicada a San Gregorio en una de las eras de las actuales bodegas, la misma podría datarse de la época medieval, y que podría corresponder con varias columnas y capiteles encontrados en un corral de Las Hoyas , posteriormente se convertiría en peirón, que se construyó en el cruce de la carretera con el camino del que se tomaría el mismo nombre de San Gregorio; existía otro, llamado de la Soledad, cercano al puente, justo en el cruce del camino del cementerio y el de San Roque. También había una pequeña capilla, la de San Antón, enclavada en la Picota, y que se situaba sobre el Rollo.


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